-¿A quien?. ¿Al amor de mi vida?. No, ni un poquito.
-Que extraño eres. ¿Cómo puede ser el amor de tu vida alguien a quien ni si quiera extrañas?.
-¿Sabes que pasa cuando las frutas maduran, no?.
-¿Se separan del árbol?.
-Así es. Mi amor ahora es como una fruta madura. Y me he separado de mi árbol. Y madurar implica aprender a dejar ir, incluso cuando se trata del amor de tu vida. Por eso no la extraño. Al fin y al cabo, si la vida quiere, nos volverá a reunir. Y si nunca sucede, siempre recordare algo; Ella me hizo conocer el amor, y más que eso, me hizo madurarlo, aprender que amar, no significa poseer.
Fuente: Eduardo Horta G.