sábado, 24 de agosto de 2013

DE JOSE CARDEL MURRIETA Y SU CRUEL ASESINATO



JOSE CARDEL MURRIETA

(Y 19-mar-1890  †25-dic-1923)

 

Síntesis biográfica por el Ingeniero Armando Cardel Aguilar.

 

Nació a fines del siglo pasado, en la congregación Carretas, municipio de Paso de Ovejas. Sus padres fueron José Cardel y doña Manuela Murrieta, matrimonio humilde dedicado a las labores agrícolas. El padre era arrendatario de pequeñas fracciones de terreno. Al morir su padre, su señora madre lo envió a estudiar a Orizaba, en donde vivían algunos parientes, con lo que encontró alojamiento y protección. En vista de que su estancia en Orizaba y el sostenimiento de los estudios de José Cardel resultaban más costosos cada año, su madre lo traslado a la ciudad de Xalapa. Cuando ya estaba instalado y seguía sus estudios, doña Manuela falleció, sumándose a esta angustia el despojo que sufrió de las pocas tierras y ganado que le heredo su señora adre, debido a los terratenientes voraces del lugar. Como su situación económica era difícil, para poder continuar sus estudios y sostenerse tuvo que vender sus casas, que en Xalapa había comprado su señora madre, hasta quedarse sin nada. Entonces tuvo que abandonar la escuela para dedicarse a trabajar, ingresando como empleado en una casa vendedora de máquinas de coser Standard, de la ciudad.

 

En la casa donde trabajaba conoció a una joven que estudiaba costura y enseñaba el manejo de las maquinas, llamada María Aguilar Rebolledo con la que hizo buena amistad, y al poco tiempo celebraron nupcias. Ya había estallado la Revolución y Cardel, ya casado, fue a formar parte del ejército Constitucionalista a las órdenes de don Venustiano Carranza, siendo jefe en varias ocasiones de la escolta de los trenes, y durante mucho tiempo pagador de la tropa, ya con el grado de Mayor. Estuvo presente en varios hechos de armas, en donde demostró valor y arrojo, llevando siempre una vida agitada azarosa y llena de peligros, pero siempre estuvo a su lado para alentarlo su abnegada, valerosa e inseparable esposa, sufriendo toda clase de incomodidades, de angustias y todo lo que implica una vida en campaña militar. Debido a una epidemia falleció su única hija llamada Evelia, quedándole dos varones más pequeños José Manuel y Armando.

 

En la batalla de Aljibes José Cardel fue comisionado para trasladar los heridos a los hospitales más cercanos que encontrara para su atención médica.

 

De Aljibes, José Cardel fue a radicar al puerto de Veracruz, en donde se vio en la necesidad de dedicarse a diversas actividades para sostener a su numerosa familia, pues sus hijos ya eran para entonces cinco, cuyos nombres en orden descendente eran José Manuel, Armando, Eloy, Evelia y Celia, de los cuales solamente viven Arando, Eloy, Evelia y Celia, pues los otros fallecieron.

 

Desempeño los trabajos de inspector de pieles, alcoholes y pulques, y estableció una carbonería. En una ocasión radico en El Tejar donde se dedicó a la fabricación de ladrillo, manejó un negocio de carretelas (calandrias), estableció una lechería y cuando se construyó la plaza de toros en Villa del Mar, fue comisionado para vigilar la obra, y al terminarse lo nombraron encargado de ella.

 

Mientras José Cardel atendía sus trabajos, doña María, su esposa, hacia ropa para vender, y sus hijos mayores recorrían todas las calles del puerto para ofrecerla en venta con lo cual se ayudaban en los gastos de la casa. Muchas de las ocasiones, Cardel acompañaba a sus hijos en el recorrido diario de la ciudad para la venta de las prendas de vestir hechas por su esposa.

 

Estableció una hortaliza en los terrenos donde se construyó el Auditorio del puerto, en la avenida Díaz Mirón Las verduras obtenidas las entregaba a los locatarios de uno de los mercados de la época, llegando a establecer un pequeño puesto de frutas y legumbres que el mismo producía

 

Con la idea de seguir la lucha por los principios revolucionarios, se trasladó a Salmoral, brindándole alojamiento y alimentos don Bartolo González, quien con entusiasmo secundó a Cardel en la lucha que se iniciaba. Se dedico a cultivar una pequeña fracción de terreno que le facilitaron los vecinos del lugar, quienes, además, le ayudaron a levantar una pequeña choza en que alojar a su familia. Cuando terminaban las arduas labores cotidianas del campo, se reunía con los campesinos del lugar para platicar sobre los diversos problemas que se presentan para obtener la dotación de su ejido, lo cual fue logrado mediante la previa organización de su Comité Ejecutivo Agrario. Pero la idea fundamental era la de seguir orientando a los habitantes del campo, a los campesinos, para que formaran sus comités ejecutivos agrarios para la creación de nuevos ejidos en los poblados de todo el estado, cuya actividad representa una peligrosa empresa, pues como ya se dijo los terratenientes tenían los jefes de armas de su parte, habiéndose distinguido entre otros por sus persecuciones encarnizadas a los agraristas, el del puerto de Veracruz, que en esa época luchaba también en contra del gobierno legalmente constituido, en apoyo del señor Adolfo de la Huerta, que pretendía la presidencia de la República.

 

A pesar de los peligros que representaba la lucha, pues por diferentes partes del estado se asesinaban campesinos, el grupo de Salmoral se aprestaba a la iniciación de tan peligrosa aventura, pero para ellos hacía falta un guía, una cabeza, y al preguntar uno del grupo, en una de tantas reuniones, quien seria ese guía, José Cardel contesto que el asumía tan delicada responsabilidad, se hicieron los planes para desarrollar la importantísima misión, destacando en estos trabajos, junto con José Cardel, don Bartolo González, Salvador González, su hijo y otros muchos vecinos del lugar.

 

Por los primeros meses del año 1923 llegaron a Salmoral, Úrsulo Galván, Manuel Almanza, Sóstenes Blanco y otras personas más, quienes por encargo del Sindicado de Inquilinos del puerto de Veracruz, se dirigía Herón Proal, pensaban en organizar a los campesinos en comités ejecutivos agrarios por todo el estado, para el establecimiento de ejidos, con tal motivo se suceden diariamente reuniones para planear el trabajo, durando a veces hasta altas horas de la noche las pláticas, haciendo amenas las reuniones con canciones revolucionarias entonadas por unas damas de lucha que acompañaban al grupo en su gira. De estas reuniones salieron comisionados para dirigirse a diferentes partes del estado a organizar los comités ya mencionados.

 

Fueron en esas reuniones de Salmoral en donde se habló de constituir una organización formada por los campesinos del estado para luchar con más fuerza por la repartición de las tierras, por el respeto a las leyes agrarias y por las garantías a los ejidatarios, para que pudieran trabajar sus tierras si temores, garantizando, a la vez sus vidas, surgiendo así la idea de crear la Liga de Comunidades Agrarias del Estado.

 

Como una prueba más del momento de peligro que vivió la familia Cardel, vamos a relatar el siguiente acontecimiento. La choza en que vivía la familia estaba a orilla de un camino que conducía de la estación del ferrocarril a un barrio, así se le nombraba, en que vivían la mayor parte de los terratenientes del lugar, estando Salmoral más o menos a la mitad de dicho camino, y desde luego, la casa de Cardel, la cual estaba separada del camino de referencia por una cerca de alambre de púas.

 

Cierto día, estando Cardel con su esposa y sus hijos fuera de la choza, a un lado de la puerta que daba al camino, junto con varios campesinos que gustaban de platicar con él, un grupo de jinetes como de ocho hombres, encabezados por una persona que se decía ser el coronel Loyo, se pararon frente a la casa para preguntar quién era José, éste se levantó para contestar que él, y preguntó que se les ofrecía, acto seguido todos los jinetes, que eran terrateniente, desenfundaron sus pistolas con las que encañonaron a José Cardel, a su esposa y a sus hijos, diciéndole con indignación que si no sabía de quien eran los caballos que había cogido presos, a lo que contestó que lo único que sabía era que andaban haciendo daño en las siembras de los campesinos, motivo por el cual los remitió a La Antigua, que entonces era cabecera municipal, para que quedaran en calidad de detenidos a fin de que sus propietarios los reclamaran y pagaran los daños causados. Dicho lo anterior, los de a caballo contestaron en forma amenazante y en voz alta, pues para que otro día pregunte de quien son los animales, hacen un movimiento con la clara intención de disparar sus armas y en ese instante con extraordinaria agilidad Cardel se lanzó de cabeza hacia adentro de la casa, en tanto que un grupo de campesinos armados con 30-30 preparaban sus armas desde el otro lado del camino, cuya actitud observaron los jinetes, y por lo tanto emprendieron la huida, y cuando aún iban cerca, a una distancia que fácilmente podían ser blanco de las carabinas de los campesinos, éstos le gritaron a Cardel si les hacía fuego, pero él, respetuoso siempre de las leyes y no queriendo manchar su nombre como un asesino, les gritó que no lo hicieran, pues eso se arreglaría por la vía legal, salvando así las vidas de aquellos enemigos que, pocos meses después, habían de asesinarlo a él sin ninguna consideración en la forma más vil y despiadada que pueda imaginarse, como veremos más adelante. Así también, una vez más, José Cardel se había salvado junto con su familia de una muerte segura.

 

Continuaba la lucha sin cuartel con miles de peligros y careciendo de alimentos, pues hubo ocasiones en que, por mucho tiempo, la alimentación se reducía a plátanos hervidos. Esta situación desesperante no era motivo de desaliento, pues se redoblaban los esfuerzos y se seguían organizando comités agrarios y más ejidos, cuando fueron notificados de que deberían concurrir todos los integrantes de los comités a una reunión que se verificaría en la ciudad de Xalapa, con el objeto de constituir la Central Campesina Estatal, con el objeto de constituir la Central Campesina Estatal, con el apoyo decidido del entonces Gobernador de la entidad el C. ingeniero y general Adalberto Tejeda.

 

El día 23 de marzo de 1923 se realizó la reunión convocada en el teatro Lerdo de Tejada, con la asistencia de ciento veintiocho delegados campesinos que llegaron de diversos rumbos del estado, y con la presencia del señor procurador de pueblos de la entidad, del señor delegado de la Comisión Nacional Agraria, del señor presidente y el vocal de la Comisión Local Agraria, se procedió a la constitución de la primera liga de comunidades agrarias de nuestro país, la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz.

 

Después de discutir y aprobar las bases que regirían las actividades de la Liga, se procedió a elegir la mesa directiva, la cual quedo integrada por los elementos siguientes: presidente, Úrsulo Galván, primer secretario, José Cardel Murrieta, segundo secretario, Antonio M. Carlón, y tesorero, Isauro Acosta.

 

De tan trascedente acontecimiento se levantó el Acta Constitutiva de nuestra organización, cuyo documento fue elaborado por José Cardel, nuestro biografiado, en su calidad de primer secretario.

 

Entre los firmantes, se encuentra José Cardel.

 

Al fundarse la Liga, la lucha siguió más encarnizada, pues los terratenientes con sus guardias blancas y el apoyo de fuerzas armadas de algunas jefaturas, entre las que se distinguió la del puerto de Veracruz, perseguían con verdadera fobia a los campesinos y los asesinaban despiadadamente.

 

Las oficinas de la Liga desde el primer día en que fue fundada, se establecieron en una casa que se encontraba casi en ruinas sobre la avenida Allende, en el número 14, cuyo local se acondiciono para que en él se alojara la familia Cardel también.

 

Nuevamente, la esposa de Cardel, doña María, juntamente con sus hijos, volvieron a vivir momentos de angustia, pues en una ocasión estuvieron en inmenso peligro de ser asesinados como se observa en el siguiente relato.

 

Cierto día, un grupo de campesinos se encontraba en la sala de la casa, habiendo dejado sus armas sobre una mesa central que servía de escritorio, cuando irrumpió un numeroso grupo de guardias blancas al servicio de los terratenientes, con las pistolas en la mano intimidando a los campesinos a quienes desarmaron y trataron de localizar a Cardel, seguramente para asesinarlo, lo cual no lograron por encontrarse en esos momentos en pláticas con el general Tejeda. Doña María, que presentía la posibilidad de que tanto a ella como a sus hijos los pudieran asesinar también, con la ayuda de unos campesinos arrojaron prácticamente a los hijos por sobre una barda que dividía el local de la Liga con la casa de la familia Duran, saliendo ella por la puerta de la casa a la calle, temerosa de que le dispararan los pistoleros.

 

Como un acto de estricta justicia, es preciso señalar la valiosa contribución a la causa agraria prestada por tan sufrida, como valerosa mujer, doña María Aguilar R. esposa de José Cardel, pues además de alentar a su esposa en la peligrosa lucha, en ese local de la calle Allende en que por primera vez inicio sus trabajos la recién constituida Liga, todos los días y hasta altas horas de la noche, doña María hacia café, tortillas y otros alimentos en regular cantidad, para proporcionárselos a los numerosos grupos de campesinos que, a diario, se refugiaban en la casa, perseguidos por los pistoleros de los terratenientes con la intención de asesinarlos. Sin apasionamiento de ninguna especia y con toda sinceridad y honradez, estimamos que los méritos de tan valiosa mujer en la lucha agraria no se le han reconocido debidamente. Solamente se la ha asignado una pequeña pensión, inicialmente acordada por el distinguido general Tejeda y que generosamente los Gobernadores del estado, que se han sucedido hasta la fecha, se la han seguido otorgando, de lo que ella, al igual que su familia, siempre se ha manifestado muy agradecida.

 

Con motivo del levantamiento en armas de Adolfo de la Huerta, se registró un hecho muy lamentable para la causa agraria, pues la ciudad de Xalapa fue atacada por tropas que apoyaban a De la Huerta, encontrándose ausente don Adalberto Tejeda, entonces Gobernador. La plaza fue defendida con valor por tropas del general Berlanga y por los grupos de campesinos a quienes les consiguió armas José Cardel que, junto con él, el distinguido escritor José Mancisidor y otros campesinos que tenían alguna representación como dirigentes de la Liga, tales como Sóstenes Blanco y Antonio Carlón, colaboraron en dicha defensa, teniendo que abandonar la plaza ante la superioridad numérica del enemigo y los recursos de armamento de que disponían.

 

Ante la imposibilidad de salir de inmediato de la ciudad, José Cardel, Antonio Carlón y Sóstenes Blanco se vieron en la necesidad de esconderse, lo cual hicieron en un sótano que se localizaba en una vecindad de la calle que hoy lleva el nombre de Úrsulo Galván.

 

Carlón y Sóstenes tuvieron la oportunidad de poder abandonar su refugio, no queriendo hacerlo Cardel por su sentido de responsabilidad, ya que al salir de la ciudad tendría que abandonar la Liga que había quedado bajo su cuidado y atención, lo cual no quiso hacer, permaneciendo en el escondite. Desgraciadamente al siguiente día en que salieron Carlón y Sóstenes fue denunciado Cardel y aprehendido, habiendo antes enviado un recado a su esposa doña María, dándole instrucciones en el sentido de que, con la ayuda de algunos campesinos trasladaran el archivo y otras pertenencias de la Liga que pudieran ser comprometedoras, para que no cayeran en manos de los enemigos, a una casa situada en la avenida Hidalgo, en cuyo patio fueron enterradas las cosas que pudieron sacarse del local de la avenida Allende, en donde estaban las oficinas de la Liga.

 

La esposa de Cardel, al tener conocimiento de que había sido puesto preso José, desesperadamente trató de localizar el lugar en que lo tenían detenido, sin lograrlo; habiendo sabido que lo trasladaron al puerto de Veracruz, se encaminó hacia allá doña María con sus hijos, y consiguió alojamiento y alimentos en una casa de una familia amiga, siguiendo incansablemente, desde luego, la búsqueda de su marido, a quien lo tenían preso en el cuartel que estaba ubicado en la esquina de las calles Rayón e Independencia, donde todos los días doña María le llevaba café y algún otro alimento que le proporcionaba la familia con quien vivía.

 

Del cuartel antes mencionado, cambiaron a Cardel a otro que estaba localizado en el edificio que hoy se denomina Palacio Federal, de la calle 5 de mayo y Rayón. Doña María, además de llevarle a José Cardel todos los días de comer, no tenía ni un momento de reposo, pues trataba de entrevistarse con los jefes militares para ver si podían dejar en libertad a su esposo, o cuando menos la orientaba sobre los trámites a seguir para lograrlo, sin que nadie le ayudara. Uno de tantos días de desesperada actividad para lograr su objetivo, logro hablar con el entonces gobernador interino del estado, quien le prometió hacer lo posible porque trasladaran a Cardel a Xalapa, en donde estaría más seguro, pero como en esos días se celebraban las festividades acostumbradas de las posadas y la navidad dicho personaje le contestó con la mayor tranquilidad que por el momento no era posible, y que pasadas las fiestas lo haría, tal actitud aumento más la desesperación de doña María, pues pensaba que más importaban las diversiones que la vida de un hombre.

 

Siguió la esposa de don José su peregrinar angustioso, logrando hablar con Adolfo de la Huerta, que por esos días estaba en el puerto, recibiendo promesas, pero solo eso, promesas de que no le harían nada a su esposo.

 

El día 24 de diciembre de 1923 doña María Aguilar, como todos los días, llevo café temprano a José Cardel y cuál sería su dolor cuando al llegar al cuarte ya no lo encontró. Suplicó con desesperación a todo mundo que le informara sobre el lugar en que se encontraba su esposo, y en su angustia imploraba que, aunque fuera el cadáver se lo entregaran si es que ya lo habían asesinado, recibiendo siempre la misma respuesta, que no sabían.

 

Como el señor De la Huerta abandonó el puerto en esos días, el jefe de las armas en ese lugar quedó con amplias facultades y dueño de la situación, circunstancia que aprovecho un compadre de él, el más encarnizado y primer enemigo del agrarismo y personal de José Cardel, un prominente terrateniente, que pidió le entregara a Cardel, lo cual obtuvo al momento.

 

Supo lo anterior doña María y también le informaron de que el terrateniente que se alude y otros más de la misma calaña, llevaron a Cardel a la estación del Ferrocarril Interoceánico denominada entonces San Francisco de las Peñas mismo que hoy lleva el nombre de José Cardel en honor de tan limpio y mártir revolucionario y agrarista, por acuerdo del inolvidable general Tejeda. En dicho lugar, se supo que el día 24 y parde de la noche del mismo, tuvieron a Cardel oculto dentro de la construcción que sirve de base al tanque de agua de la estación, para uso de los trenes habiéndolo sacado en la madrugada del día 25 para que nadie se diera cuenta, y llevarlo al lugar en donde lo asesinaría.

 

Al sacar a Cardel del lugar indicado, le cortaron las plantas de los pies y así lo hicieron caminar varios kilómetros hasta un lugar denominado Mozomboa, perteneciente al municipio de Actopan, en donde con toda crueldad y salvajismo le cortaron la lengua, lo apuñalaron y, a manera de blanco, cada uno de los cafres asesinos pasaba por turno a disparar sus pistolas cobardemente, a un hombre inerme, diciéndole con verdadera actitud diabólica. ¿Querías tierras para tus campesinos? ¡Pues ahí te van tus tierras!, al momento de disparar hasta que, saciados de sangre y de su macabro festín, optaron por despedazarlo jalándolo de piernas y brazos a cabeza de silla. ¡Qué desilusión! ¡Qué vergüenza!

 

Así murió Cardel, limpio y honrado luchador incansable por los ideales revolucionarios, por la redención de los parias, por los humildes campesinos, quienes a pesar de su valiosa contribución a las luchas libertarias de nuestra Patria, y en particular de la gran Revolución de 1910, no se les hacía justicia en esa época a pesar del triunfo de ese movimiento armado, y que todavía en nuestros días siguen padeciendo hambre de justicia y de pan, a pesar de los grandes esfuerzos por redimirlos que hace nuestros gobiernos de extracción revolucionaria.

 

Así quedaron los restos mortales de José Cardel, abandonados en el monte, en las tierras que con tanto amor y sacrificio lucho por obtener para los campesinos, en esas tierras que con su sangre generosa habían de fecundar y fructificar, llevando pan y abrigo a los humildes campesinos desheredados de la fortuna, y un limpio ejemplo digno de seguir por las generaciones presentes y futuras.

 

Así quedó una vida más y unos huérfanos como hubo tantos, en la más espantosa miseria, sin que hubiera quien les tendiera una mano amiga para aliviar su desventura, solamente el valor, la entereza y el esfuerzo de una madre que haciendo ropa para vender, poder dar de comer a sus hijos, darles abrigo y una educación inicial, hasta que, al entrar triunfante con sus tropas al puerto de Veracruz el general don Adalberto Tejeda, doña María juntamente con sus hijos, lo entrevistó en el hotel Imperial en donde se alojó, y de inmediato ordeno que le dieran una ayuda económica y que al regularizarse su gobierno se le asignara una pensión, lo que se cumplió oportunamente.

 

Aunque no quisiéramos consignar las ingratitudes humanas que con frecuencia observamos, nuestra conciencia se rebela y nos obliga a lamentarlas, pues en este caso, a partir del asesinado de José Cardel, nadie se preocupó porque sus restos fueran localizados, hasta que el ilustre licenciado don Ángel Carvajal, siendo gobernador interino del estado, a los 26 años del sacrificio del esforzado luchador Cardel, generosamente organizo una comisión encargada de buscar los despojos mortales de dicho líder, labor un tanto difícil, pero que se realizó con tesón noche y día hasta lograr su objetivo, encontrando fragmentos de hueso derruidos y casi pulverizados por la acción del tiempo.

 

Los restos mortales de Cardel fueron incinerados y colocados en una pequeña urna, cuyas cenizas se velaron en el poblado de Salmoral, en donde José Cardel con su familia vivieron momentos de angustia y de terror por los múltiples peligros que tuvieron que sortear.

 

La urna que contenía las cenizas del ilustre paladín de los derechos de los campesinos fue trasladada a la ciudad de Xalapa por carretera, a lo largo de la cual recibía un saludo póstumo y de gratitud de los campesinos de los pueblos por donde pasaba el cortejo fúnebre. Al llegar a la capital del estado, la urna fue depositada en uno de los nichos del majestuoso monumento erigido en la cúspide del cerro Macuiltepetl dedicado para los defensores de los derechos de los campesinos y fundadores de la gloriosa Liga de Comunidades Agraristas del Estado. Precisamente junto al nicho donde descansan los restos de Úrsulo Galván fueron colocados los de José Cardel Murrieta, simbolizando así en la muerte la unión que en vida los ligo al ideal agrario.

 

Tan significativo acto tuvo verificativo el día 28 de julio del año 1949, 26 años después de su sacrifico, acaecido el 25 de diciembre del año 1923, precisamente cuando la euforia de las fiestas navideñas, embargaban las almas humanas.

 

En aquella ocasión, el licenciado Carvajal pronunció una solemne oración fúnebre con una elocuencia que siempre lo ha caracterizado, exaltando los méritos de Cardel a pesar de su breve participación en el movimiento agrario, ya que sus enemigos, los terratenientes, reconocían en él, un serio peligro para el logro de sus malévolas ambiciones y por lo tentaron de eliminarlo lo más pronto posible, máxime que él asumió por entonces la máxima responsabilidad al frente de la recientemente constituida Liga de Comunidades Agrarias del Estado.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Digitalizado por:  Dr. Alberto González Lira

2024:  a 101 años de su asesinato

 






Políticas Públicas Educativas – La Educación Mexicana en la Actualidad

  Introducción Desde hace décadas se puede afirmar que la educación es el principal factor generador de bienestar social, desarrollo e igu...