JOSE CARDEL MURRIETA
(Y 19-mar-1890 †25-dic-1923)
Síntesis biográfica por el Ingeniero Armando Cardel Aguilar.
Nació a fines del siglo pasado, en la congregación Carretas,
municipio de Paso de Ovejas. Sus padres fueron José Cardel y doña Manuela
Murrieta, matrimonio humilde dedicado a las labores agrícolas. El padre era
arrendatario de pequeñas fracciones de terreno. Al morir su padre, su señora
madre lo envió a estudiar a Orizaba, en donde vivían algunos parientes, con lo
que encontró alojamiento y protección. En vista de que su estancia en Orizaba y
el sostenimiento de los estudios de José Cardel resultaban más costosos cada
año, su madre lo traslado a la ciudad de Xalapa. Cuando ya estaba instalado y
seguía sus estudios, doña Manuela falleció, sumándose a esta angustia el
despojo que sufrió de las pocas tierras y ganado que le heredo su señora adre,
debido a los terratenientes voraces del lugar. Como su situación económica era
difícil, para poder continuar sus estudios y sostenerse tuvo que vender sus
casas, que en Xalapa había comprado su señora madre, hasta quedarse sin nada.
Entonces tuvo que abandonar la escuela para dedicarse a trabajar, ingresando
como empleado en una casa vendedora de máquinas de coser Standard,
de la ciudad.
En la casa donde trabajaba conoció a una joven que estudiaba
costura y enseñaba el manejo de las maquinas, llamada María Aguilar Rebolledo
con la que hizo buena amistad, y al poco tiempo celebraron nupcias. Ya había
estallado la Revolución y Cardel, ya casado, fue a formar parte del ejército
Constitucionalista a las órdenes de don Venustiano Carranza, siendo jefe en
varias ocasiones de la escolta de los trenes, y durante mucho tiempo pagador de
la tropa, ya con el grado de Mayor. Estuvo presente en varios hechos de armas,
en donde demostró valor y arrojo, llevando siempre una vida agitada azarosa y
llena de peligros, pero siempre estuvo a su lado para alentarlo su abnegada,
valerosa e inseparable esposa, sufriendo toda clase de incomodidades, de
angustias y todo lo que implica una vida en campaña militar. Debido a una epidemia
falleció su única hija llamada Evelia, quedándole dos varones más pequeños José
Manuel y Armando.
En la batalla de Aljibes José Cardel fue comisionado para
trasladar los heridos a los hospitales más cercanos que encontrara para su
atención médica.
De Aljibes, José Cardel fue a radicar al puerto de Veracruz,
en donde se vio en la necesidad de dedicarse a diversas actividades para
sostener a su numerosa familia, pues sus hijos ya eran para entonces cinco,
cuyos nombres en orden descendente eran José Manuel, Armando, Eloy, Evelia y
Celia, de los cuales solamente viven Arando, Eloy, Evelia y Celia, pues los
otros fallecieron.
Desempeño los trabajos de inspector de pieles, alcoholes y
pulques, y estableció una carbonería. En una ocasión radico en El Tejar donde
se dedicó a la fabricación de ladrillo, manejó un negocio de carretelas
(calandrias), estableció una lechería y cuando se construyó la plaza de toros
en Villa del Mar, fue comisionado para vigilar la obra, y al terminarse lo
nombraron encargado de ella.
Mientras José Cardel atendía sus trabajos, doña María, su
esposa, hacia ropa para vender, y sus hijos mayores recorrían todas las calles
del puerto para ofrecerla en venta con lo cual se ayudaban en los gastos de la
casa. Muchas de las ocasiones, Cardel acompañaba a sus hijos en el recorrido
diario de la ciudad para la venta de las prendas de vestir hechas por su
esposa.
Estableció una hortaliza en los terrenos donde se construyó
el Auditorio del puerto, en la avenida Díaz Mirón Las verduras obtenidas las
entregaba a los locatarios de uno de los mercados de la época, llegando a
establecer un pequeño puesto de frutas y legumbres que el mismo producía
Con la idea de seguir la lucha por los principios
revolucionarios, se trasladó a Salmoral, brindándole alojamiento y alimentos
don Bartolo González, quien con entusiasmo secundó a Cardel en la lucha que se
iniciaba. Se dedico a cultivar una pequeña fracción de terreno que le
facilitaron los vecinos del lugar, quienes, además, le ayudaron a levantar una
pequeña choza en que alojar a su familia. Cuando terminaban las arduas labores
cotidianas del campo, se reunía con los campesinos del lugar para platicar
sobre los diversos problemas que se presentan para obtener la dotación de su
ejido, lo cual fue logrado mediante la previa organización de su Comité
Ejecutivo Agrario. Pero la idea fundamental era la de seguir orientando a los
habitantes del campo, a los campesinos, para que formaran sus comités
ejecutivos agrarios para la creación de nuevos ejidos en los poblados de todo
el estado, cuya actividad representa una peligrosa empresa, pues como ya se
dijo los terratenientes tenían los jefes de armas de su parte, habiéndose
distinguido entre otros por sus persecuciones encarnizadas a los agraristas, el
del puerto de Veracruz, que en esa época luchaba también en contra del gobierno
legalmente constituido, en apoyo del señor Adolfo de la Huerta, que pretendía
la presidencia de la República.
A pesar de los peligros que representaba la lucha, pues por
diferentes partes del estado se asesinaban campesinos, el grupo de Salmoral se
aprestaba a la iniciación de tan peligrosa aventura, pero para ellos hacía
falta un guía, una cabeza, y al preguntar uno del grupo, en una de tantas
reuniones, quien seria ese guía, José Cardel contesto que el asumía tan
delicada responsabilidad, se hicieron los planes para desarrollar la
importantísima misión, destacando en estos trabajos, junto con José Cardel, don
Bartolo González, Salvador González, su hijo y otros muchos vecinos del lugar.
Por los primeros meses del año 1923 llegaron a Salmoral,
Úrsulo Galván, Manuel Almanza, Sóstenes Blanco y otras personas más, quienes
por encargo del Sindicado de Inquilinos del puerto de Veracruz, se dirigía
Herón Proal, pensaban en organizar a los campesinos en comités ejecutivos
agrarios por todo el estado, para el establecimiento de ejidos, con tal motivo
se suceden diariamente reuniones para planear el trabajo, durando a veces hasta
altas horas de la noche las pláticas, haciendo amenas las reuniones con
canciones revolucionarias entonadas por unas damas de lucha que acompañaban al
grupo en su gira. De estas reuniones salieron comisionados para dirigirse a
diferentes partes del estado a organizar los comités ya mencionados.
Fueron en esas reuniones de Salmoral en donde se habló de
constituir una organización formada por los campesinos del estado para luchar
con más fuerza por la repartición de las tierras, por el respeto a las leyes
agrarias y por las garantías a los ejidatarios, para que pudieran trabajar sus
tierras si temores, garantizando, a la vez sus vidas, surgiendo así la idea de
crear la Liga de Comunidades Agrarias del Estado.
Como una prueba más del momento de peligro que vivió la
familia Cardel, vamos a relatar el siguiente acontecimiento. La choza en que
vivía la familia estaba a orilla de un camino que conducía de la estación del
ferrocarril a un barrio, así se le nombraba, en que vivían la mayor parte de
los terratenientes del lugar, estando Salmoral más o menos a la mitad de dicho
camino, y desde luego, la casa de Cardel, la cual estaba separada del camino de
referencia por una cerca de alambre de púas.
Cierto día, estando Cardel con su esposa y sus hijos fuera de
la choza, a un lado de la puerta que daba al camino, junto con varios
campesinos que gustaban de platicar con él, un grupo de jinetes como de ocho
hombres, encabezados por una persona que se decía ser el coronel Loyo, se
pararon frente a la casa para preguntar quién era José, éste se levantó para
contestar que él, y preguntó que se les ofrecía, acto seguido todos los
jinetes, que eran terrateniente, desenfundaron sus pistolas con las que encañonaron
a José Cardel, a su esposa y a sus hijos, diciéndole con indignación que si no
sabía de quien eran los caballos que había cogido presos, a lo que contestó que
lo único que sabía era que andaban haciendo daño en las siembras de los
campesinos, motivo por el cual los remitió a La Antigua, que entonces era
cabecera municipal, para que quedaran en calidad de detenidos a fin de que sus
propietarios los reclamaran y pagaran los daños causados. Dicho lo anterior,
los de a caballo contestaron en forma amenazante y en voz alta, pues para que
otro día pregunte de quien son los animales, hacen un movimiento con la clara
intención de disparar sus armas y en ese instante con extraordinaria agilidad
Cardel se lanzó de cabeza hacia adentro de la casa, en tanto que un grupo de
campesinos armados con 30-30 preparaban sus armas desde el otro lado del
camino, cuya actitud observaron los jinetes, y por lo tanto emprendieron la
huida, y cuando aún iban cerca, a una distancia que fácilmente podían ser
blanco de las carabinas de los campesinos, éstos le gritaron a Cardel si les hacía
fuego, pero él, respetuoso siempre de las leyes y no queriendo manchar su
nombre como un asesino, les gritó que no lo hicieran, pues eso se arreglaría
por la vía legal, salvando así las vidas de aquellos enemigos que, pocos meses
después, habían de asesinarlo a él sin ninguna consideración en la forma más
vil y despiadada que pueda imaginarse, como veremos más adelante. Así también,
una vez más, José Cardel se había salvado junto con su familia de una muerte
segura.
Continuaba la lucha sin cuartel con miles de peligros y
careciendo de alimentos, pues hubo ocasiones en que, por mucho tiempo, la
alimentación se reducía a plátanos hervidos. Esta situación desesperante no era
motivo de desaliento, pues se redoblaban los esfuerzos y se seguían organizando
comités agrarios y más ejidos, cuando fueron notificados de que deberían
concurrir todos los integrantes de los comités a una reunión que se verificaría
en la ciudad de Xalapa, con el objeto de constituir la Central Campesina
Estatal, con el objeto de constituir la Central Campesina Estatal, con el apoyo
decidido del entonces Gobernador de la entidad el C. ingeniero y general
Adalberto Tejeda.
El día 23 de marzo de 1923 se realizó la reunión convocada en
el teatro Lerdo de Tejada, con la asistencia de ciento veintiocho delegados
campesinos que llegaron de diversos rumbos del estado, y con la presencia del
señor procurador de pueblos de la entidad, del señor delegado de la Comisión
Nacional Agraria, del señor presidente y el vocal de la Comisión Local Agraria,
se procedió a la constitución de la primera liga de comunidades agrarias de
nuestro país, la Liga de Comunidades Agrarias del Estado de Veracruz.
Después de discutir y aprobar las bases que regirían las
actividades de la Liga, se procedió a elegir la mesa directiva, la cual quedo
integrada por los elementos siguientes: presidente, Úrsulo Galván, primer
secretario, José Cardel Murrieta, segundo secretario, Antonio M. Carlón, y
tesorero, Isauro Acosta.
De tan trascedente acontecimiento se levantó el Acta
Constitutiva de nuestra organización, cuyo documento fue elaborado por José
Cardel, nuestro biografiado, en su calidad de primer secretario.
Entre los firmantes, se encuentra José Cardel.
Al fundarse la Liga, la lucha siguió más encarnizada, pues
los terratenientes con sus guardias blancas y el apoyo de fuerzas armadas de
algunas jefaturas, entre las que se distinguió la del puerto de Veracruz,
perseguían con verdadera fobia a los campesinos y los asesinaban
despiadadamente.
Las oficinas de la Liga desde el primer día en que fue
fundada, se establecieron en una casa que se encontraba casi en ruinas sobre la
avenida Allende, en el número 14, cuyo local se acondiciono para que en él se
alojara la familia Cardel también.
Nuevamente, la esposa de Cardel, doña María, juntamente con
sus hijos, volvieron a vivir momentos de angustia, pues en una ocasión
estuvieron en inmenso peligro de ser asesinados como se observa en el siguiente
relato.
Cierto día, un grupo de campesinos se encontraba en la sala
de la casa, habiendo dejado sus armas sobre una mesa central que servía de
escritorio, cuando irrumpió un numeroso grupo de guardias blancas al servicio
de los terratenientes, con las pistolas en la mano intimidando a los campesinos
a quienes desarmaron y trataron de localizar a Cardel, seguramente para
asesinarlo, lo cual no lograron por encontrarse en esos momentos en pláticas
con el general Tejeda. Doña María, que presentía la posibilidad de que tanto a
ella como a sus hijos los pudieran asesinar también, con la ayuda de unos
campesinos arrojaron prácticamente a los hijos por sobre una barda que dividía
el local de la Liga con la casa de la familia Duran, saliendo ella por la
puerta de la casa a la calle, temerosa de que le dispararan los pistoleros.
Como un acto de estricta justicia, es preciso señalar la
valiosa contribución a la causa agraria prestada por tan sufrida, como valerosa
mujer, doña María Aguilar R. esposa de José Cardel, pues además de alentar a su
esposa en la peligrosa lucha, en ese local de la calle Allende en que por
primera vez inicio sus trabajos la recién constituida Liga, todos los días y
hasta altas horas de la noche, doña María hacia café, tortillas y otros
alimentos en regular cantidad, para proporcionárselos a los numerosos grupos de
campesinos que, a diario, se refugiaban en la casa, perseguidos por los
pistoleros de los terratenientes con la intención de asesinarlos. Sin
apasionamiento de ninguna especia y con toda sinceridad y honradez, estimamos
que los méritos de tan valiosa mujer en la lucha agraria no se le han
reconocido debidamente. Solamente se la ha asignado una pequeña pensión,
inicialmente acordada por el distinguido general Tejeda y que generosamente los
Gobernadores del estado, que se han sucedido hasta la fecha, se la han seguido
otorgando, de lo que ella, al igual que su familia, siempre se ha manifestado
muy agradecida.
Con motivo del levantamiento en armas de Adolfo de la Huerta,
se registró un hecho muy lamentable para la causa agraria, pues la ciudad de
Xalapa fue atacada por tropas que apoyaban a De la Huerta, encontrándose
ausente don Adalberto Tejeda, entonces Gobernador. La plaza fue defendida con
valor por tropas del general Berlanga y por los grupos de campesinos a quienes
les consiguió armas José Cardel que, junto con él, el distinguido escritor José
Mancisidor y otros campesinos que tenían alguna representación como dirigentes
de la Liga, tales como Sóstenes Blanco y Antonio Carlón, colaboraron en
dicha defensa, teniendo que abandonar la plaza ante la superioridad numérica
del enemigo y los recursos de armamento de que disponían.
Ante la imposibilidad de salir de inmediato de la ciudad,
José Cardel, Antonio Carlón y Sóstenes Blanco se vieron en la necesidad de
esconderse, lo cual hicieron en un sótano que se localizaba en una vecindad de
la calle que hoy lleva el nombre de Úrsulo Galván.
Carlón y Sóstenes tuvieron la oportunidad de poder abandonar
su refugio, no queriendo hacerlo Cardel por su sentido de responsabilidad,
ya que al salir de la ciudad tendría que abandonar la Liga que había quedado
bajo su cuidado y atención, lo cual no quiso hacer, permaneciendo en el
escondite. Desgraciadamente al siguiente día en que salieron Carlón y Sóstenes
fue denunciado Cardel y aprehendido, habiendo antes enviado un recado a su
esposa doña María, dándole instrucciones en el sentido de que, con la ayuda de
algunos campesinos trasladaran el archivo y otras pertenencias de la Liga que
pudieran ser comprometedoras, para que no cayeran en manos de los enemigos, a
una casa situada en la avenida Hidalgo, en cuyo patio fueron enterradas las
cosas que pudieron sacarse del local de la avenida Allende, en donde estaban
las oficinas de la Liga.
La esposa de Cardel, al tener conocimiento de que había sido
puesto preso José, desesperadamente trató de localizar el lugar en que lo
tenían detenido, sin lograrlo; habiendo sabido que lo trasladaron al puerto de
Veracruz, se encaminó hacia allá doña María con sus hijos, y consiguió
alojamiento y alimentos en una casa de una familia amiga, siguiendo
incansablemente, desde luego, la búsqueda de su marido, a quien lo tenían preso
en el cuartel que estaba ubicado en la esquina de las calles Rayón e Independencia,
donde todos los días doña María le llevaba café y algún otro alimento que le
proporcionaba la familia con quien vivía.
Del cuartel antes mencionado, cambiaron a Cardel a otro que
estaba localizado en el edificio que hoy se denomina Palacio Federal, de la
calle 5 de mayo y Rayón. Doña María, además de llevarle a José Cardel todos los
días de comer, no tenía ni un momento de reposo, pues trataba de entrevistarse
con los jefes militares para ver si podían dejar en libertad a su esposo, o
cuando menos la orientaba sobre los trámites a seguir para lograrlo, sin que
nadie le ayudara. Uno de tantos días de desesperada actividad para lograr su
objetivo, logro hablar con el entonces gobernador interino del estado, quien le
prometió hacer lo posible porque trasladaran a Cardel a Xalapa, en donde
estaría más seguro, pero como en esos días se celebraban las festividades
acostumbradas de las posadas y la navidad dicho personaje le contestó con la
mayor tranquilidad que por el momento no era posible, y que pasadas las fiestas
lo haría, tal actitud aumento más la desesperación de doña María, pues pensaba
que más importaban las diversiones que la vida de un hombre.
Siguió la esposa de don José su peregrinar angustioso,
logrando hablar con Adolfo de la Huerta, que por esos días estaba en el puerto,
recibiendo promesas, pero solo eso, promesas de que no le harían nada a su
esposo.
El día 24 de diciembre de 1923 doña María Aguilar, como todos
los días, llevo café temprano a José Cardel y cuál sería su dolor cuando al
llegar al cuarte ya no lo encontró. Suplicó con desesperación a todo mundo que
le informara sobre el lugar en que se encontraba su esposo, y en su angustia
imploraba que, aunque fuera el cadáver se lo entregaran si es que ya lo habían
asesinado, recibiendo siempre la misma respuesta, que no sabían.
Como el señor De la Huerta abandonó el puerto en esos días,
el jefe de las armas en ese lugar quedó con amplias facultades y dueño de la
situación, circunstancia que aprovecho un compadre de él, el más encarnizado y
primer enemigo del agrarismo y personal de José Cardel, un prominente
terrateniente, que pidió le entregara a Cardel, lo cual obtuvo al momento.
Supo lo anterior doña María y también le informaron de que el
terrateniente que se alude y otros más de la misma calaña, llevaron a Cardel a
la estación del Ferrocarril Interoceánico denominada entonces San Francisco de
las Peñas mismo que hoy lleva el nombre de José Cardel en honor de tan limpio y
mártir revolucionario y agrarista, por acuerdo del inolvidable general Tejeda.
En dicho lugar, se supo que el día 24 y parde de la noche del mismo, tuvieron a
Cardel oculto dentro de la construcción que sirve de base al tanque de agua de
la estación, para uso de los trenes habiéndolo sacado en la madrugada del día
25 para que nadie se diera cuenta, y llevarlo al lugar en donde lo asesinaría.
Al sacar a Cardel del lugar indicado, le cortaron las plantas
de los pies y así lo hicieron caminar varios kilómetros hasta un lugar
denominado Mozomboa, perteneciente al municipio de Actopan, en donde con toda
crueldad y salvajismo le cortaron la lengua, lo apuñalaron y, a manera de
blanco, cada uno de los cafres asesinos pasaba por turno a disparar sus
pistolas cobardemente, a un hombre inerme, diciéndole con verdadera actitud
diabólica. ¿Querías tierras para tus campesinos? ¡Pues ahí te van tus tierras!,
al momento de disparar hasta que, saciados de sangre y de su macabro festín,
optaron por despedazarlo jalándolo de piernas y brazos a cabeza de silla. ¡Qué desilusión!
¡Qué vergüenza!
Así murió Cardel, limpio y honrado luchador incansable por
los ideales revolucionarios, por la redención de los parias, por los humildes
campesinos, quienes a pesar de su valiosa contribución a las luchas libertarias
de nuestra Patria, y en particular de la gran Revolución de 1910, no se les hacía
justicia en esa época a pesar del triunfo de ese movimiento armado, y que todavía
en nuestros días siguen padeciendo hambre de justicia y de pan, a pesar de los
grandes esfuerzos por redimirlos que hace nuestros gobiernos de extracción
revolucionaria.
Así quedaron los restos mortales de José Cardel, abandonados
en el monte, en las tierras que con tanto amor y sacrificio lucho por obtener
para los campesinos, en esas tierras que con su sangre generosa habían de
fecundar y fructificar, llevando pan y abrigo a los humildes campesinos
desheredados de la fortuna, y un limpio ejemplo digno de seguir por las
generaciones presentes y futuras.
Así quedó una vida más y unos huérfanos como hubo tantos, en
la más espantosa miseria, sin que hubiera quien les tendiera una mano amiga
para aliviar su desventura, solamente el valor, la entereza y el esfuerzo de
una madre que haciendo ropa para vender, poder dar de comer a sus hijos, darles
abrigo y una educación inicial, hasta que, al entrar triunfante con sus tropas
al puerto de Veracruz el general don Adalberto Tejeda, doña María juntamente
con sus hijos, lo entrevistó en el hotel Imperial en donde se alojó, y de
inmediato ordeno que le dieran una ayuda económica y que al regularizarse su gobierno
se le asignara una pensión, lo que se cumplió oportunamente.
Aunque no quisiéramos consignar las ingratitudes humanas que
con frecuencia observamos, nuestra conciencia se rebela y nos obliga a
lamentarlas, pues en este caso, a partir del asesinado de José Cardel, nadie se
preocupó porque sus restos fueran localizados, hasta que el ilustre licenciado
don Ángel Carvajal, siendo gobernador interino del estado, a los 26 años del
sacrificio del esforzado luchador Cardel, generosamente organizo una comisión
encargada de buscar los despojos mortales de dicho líder, labor un tanto difícil,
pero que se realizó con tesón noche y día hasta lograr su objetivo, encontrando
fragmentos de hueso derruidos y casi pulverizados por la acción del tiempo.
Los restos mortales de Cardel fueron incinerados y colocados
en una pequeña urna, cuyas cenizas se velaron en el poblado de Salmoral, en
donde José Cardel con su familia vivieron momentos de angustia y de terror por
los múltiples peligros que tuvieron que sortear.
La urna que contenía las cenizas del ilustre paladín de los
derechos de los campesinos fue trasladada a la ciudad de Xalapa por carretera,
a lo largo de la cual recibía un saludo póstumo y de gratitud de los campesinos
de los pueblos por donde pasaba el cortejo fúnebre. Al llegar a la capital del
estado, la urna fue depositada en uno de los nichos del majestuoso monumento
erigido en la cúspide del cerro Macuiltepetl dedicado para los defensores de
los derechos de los campesinos y fundadores de la gloriosa Liga de Comunidades
Agraristas del Estado. Precisamente junto al nicho donde descansan los restos
de Úrsulo Galván fueron colocados los de José Cardel Murrieta, simbolizando así
en la muerte la unión que en vida los ligo al ideal agrario.
Tan significativo acto tuvo verificativo el día 28 de julio
del año 1949, 26 años después de su sacrifico, acaecido el 25 de diciembre del
año 1923, precisamente cuando la euforia de las fiestas navideñas, embargaban
las almas humanas.
En aquella ocasión, el licenciado Carvajal pronunció una
solemne oración fúnebre con una elocuencia que siempre lo ha caracterizado,
exaltando los méritos de Cardel a pesar de su breve participación en el
movimiento agrario, ya que sus enemigos, los terratenientes, reconocían en él,
un serio peligro para el logro de sus malévolas ambiciones y por lo tentaron de
eliminarlo lo más pronto posible, máxime que él asumió por entonces la máxima
responsabilidad al frente de la recientemente constituida Liga de Comunidades
Agrarias del Estado.
Digitalizado por: Dr. Alberto González
Lira
2024: a 101 años de su asesinato